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Divergente
Y no estoy hablando de cine

Voy a dejar de lado la saga adolescente, distópica, con enormes agujeros argumentales y mala copia de Los juegos del hambre; para centrarme en la divergencia que nos interesa, la direccional. Es un tema algo menos preciado, pero que tiene más importancia de la que imaginamos.

 

Dentro de la geometría de la dirección tenemos la forma en que se direccionan las ruedas de un vehículo en base al sentido de desplazamiento, esta se llama convergencia, aquí tenemos tres opciones, la convergencia nula o paralelismo, la convergencia positiva o convergencia a secas y la convergencia negativa o divergencia.

 

Contrario a lo que se puede pensar, la convergencia nunca es de cero, siempre hay algo de convergencia o divergencia en las ruedas de nuestros vehículos.

 

Las ruedas perfectamente paralelas no tienen convergencia y es la configuración ideal para un andar suave, con la mínima perdida de potencia y el menor desgaste en los neumáticos. Al introducir algún ángulo se provoca un mayor desgaste debido a que los neumáticos giran “arrastrándose” con respecto al avance. Una excesiva convergencia causa un desgaste acelerado en los bordes externos de los neumáticos mientras que una excesiva divergencia provoca lo mismo en los bordes interiores.

 

El hecho de que siempre haya alguna inclinación de ésta radica en dos posibles objetivos; la estabilidad direccional y la respuesta al cambio de dirección.

 

En la positividad (convergencia) cada rueda apunta ligeramente hacia adentro de forma que sus direcciones relativas, se cruzan por delante del coche. Cualquier pequeña variación producida por baches o ligerísimos ajustes de volante es anulada en el sentido de avance ya que las ruedas, al apuntar al interior, intentan recuperar la dirección recta.

 

Al contrario, al tener divergencia, cada rueda tiende a escaparse en direcciones distintas. Cualquier mínimo giro de volante provocará un giro de la rueda interna más cerrado que en la rueda externa. El auto tenderá a girar y no a mantener la línea recta.

 

La convergencia tiende a mantener el coche en la línea recta, mientras la divergencia facilita el giro.

 

Cuando hablamos de ajustar la convergencia, debemos definir los objetivos o propósitos del vehículo en cuestión. Un conductor habitual no quiere estar peleando constantemente con el volante para recuperar la dirección ante cada pequeño bache aunque signifique que haya peor respuesta al inicio de cada curva. Sin embargo, un piloto de carreras puede sacrificar la estabilidad frente a una mejor respuesta al giro. Por ello, en carreras puede usarse una ligera divergencia.

 

En cualquier caso, el posible ajuste divergente se debe realizar en el tren delantero. Colocar divergencia en las ruedas traseras provocaría un excesivo subviraje y haría el coche inconducible. Las ruedas traseras deben estar perfectamente paralelas o con una muy ligera convergencia.

 

Para determinar el grado correcto de desviación se deben observar las características de vehículo, neumáticos, rigidez estructural, habilidad del piloto y otras tantas. En una pista muy curvada será más apropiada una mayor divergencia que en un circuito con curvas más suaves (un circuito oval, por ejemplo), aquí una ligera convergencia cooperara a mantener una mejor estabilidad. Por otra parte, cuanto más rígido sea un chasis será tanto más sensible al cambio y necesitara menor variación.